Si hay una ocupación que ha sufrido un incremento espectacular de profesionales en estos últimos años es, sin lugar a dudas, la de community manager.
El que escribe se subió al carro de este nuevo representante de las empresas 2.0 allá por 2013, por lo que hablo con conocimiento de causa.
El auge de las redes sociales y su uso como herramienta de comunicación para las compañías creó la necesidad de un nuevo perfil profesional. Se han escrito miles de páginas sobre las características que debe tener un buen gestor de redes, así que no ahondaré sobre estas cuestiones.
Mi intención es poner el acento en aquellos errores que he visto a lo largo de mi lustro de experiencia. Una pequeña reflexión sobre la situación del sector.
Veréis, al inicio de la primera década del año 2000 se produjo el boom de las redes sociales. Nuestro país se encontraba inmerso en una profunda crisis económica y profesional que propicio que muchas personas vieran este nicho de mercado como una oportunidad de insertarse en el mercado laboral. Hasta ahí todo muy lícito.
El problema llegó cuando empezaron a florecer cursos de community manager como puestos de castañas, cada uno enarbolando el lema “cada maestrillo tiene su librillo” y sin ofrecer una titulación homologada.
Profesionales de ramas muy diversas quisieron encauzar sus carreras hacia esta emergente profesión que parecía consistir en publicar algunos posts semanales en Facebook y Twitter. Desde abogados, decoradores, adminstrativ@s, periodistas, profesores…se vieron capacitados para hacerse cargo de la comunicación 2.0 de una empresa.
Bajo mi punto de vista es un gran error. Liderar un proyecto comunicativo profesional requiere de un perfil con una sólida base comunicativa, capacidades lingüísticas y empatía. Es cierto que puede haber personas que tengan estas características innatas en su personalidad, ahí hay poco que discutir.
Sin embargo, me he encontrado con gente a cargo de redes sociales a nivel profesional con una flagrante incapacidad para ser el enlace entre el cliente y la compañía o hacerse cargo de una crisis de reputación. Y es que ser responsable de comunidades virtuales implica además: medir, monitorizar, estudiar a la competencia, saber resolver dudas a tu audiencia y estar disponible (online) la mayor parte del día.
Considero que el community es una mezcla de 4 profesiones: periodista, comercial, psicólogo, relaciones públicas y todo ello aderezado con grandes dosis de sentido común.
No es sencillo ejercer este cargo con eficacia y solvencia. Muchos empresarios delegan en becarios o cualquier empleado con cierta soltura en los social media. Grandísimo error que se paga con creces.
El tiempo y las exigencias cada vez mayores en los resultados que aportan las redes a las sociedades, está filtrando a todas aquellas personas que vieron el community management una forma simple y fácil de encontrar trabajo.
Dominar el lenguaje y los códigos de cada red social requiere de tiempo, aprendizaje y formación. En un mundo cada vez más bombardeado por mensajes en todas las pantallas- y miles de firmas queriendo captar la atención de la audiencia- será conditio sine qua non confiar en profesionales altamente especializados y preparados.